
HISTORIA
La increíble historia de la lucha libre mexicana, uno de los fenómenos culturales más exitosos en nuestro país, comienza con las primeras funciones a mediados del siglo XIX, en los tiempos de la intervención francesa. En aquel entonces era una exhibición extranjera pero, cuando un hombre llamado Enrique Ugartechea se dio a conocer como el primer luchador hecho en México (principios del siglo XX), nació un nuevo furor por la disciplina.
En los años 20, el ex teniente durante la Revolución Salvador Lutteroth dio el siguiente paso, por su profunda fascinación por la lucha libre. En 1933, mientras Adolf Hitler tomaba el poder en Alemania, Lutteroth fundaba la Empresa Mexicana de Lucha Libre, hoy conocida como el Consejo Mundial de Lucha Libre. Por eso es que se le conoce como “el padre de la lucha libre mexicana”.


En los sesenta, la lucha libre mexicana vivió su época de oro. Convertidos en verdaderos ídolos del pueblo, los luchadores aparecían en la forma de espectaculares en la calle, anuncios de televisión, figuras de acción y, desde luego, decenas de películas. En el caso del Santo, las cintas llegaron a ganar premios y fueron reconocidas en el extranjero.
En las décadas siguientes, la popularidad de la lucha libre decayó lentamente. En los años noventa, la industria alrededor de ella no era ni la sombra de lo que había sido, pero la Arena México seguía abierta y el negocio marchaba -ahora con la incorporación de la AAA (Triple A), una nueva liga que revitalizó la escena.
Aunque posiblemente no vuelva a tener una época dorada, los nombres y proezas del Rayo de Jalisco, Blue Demon, el Perro Aguayo, Rey Misterio, Octagón, La Parka, Místico, Mil Máscaras y todas las leyendas que han desfilado por la Arena México vivirán para siempre en la historia de la lucha libre mexicana.